Cualquier visitante de un parque zoológico debería preguntarse si acaso lo que hay en entre los barrotes son animales o si no se les ha robado, al enjaularlos, su lado animal.
Este proyecto es una evolución del anterior de Cecilia de Val: Nunca te prometí un jardín de rosas, que habla de la identidad utilizando el tema del doble y la multiplicidad como recurso para cuestionarla.
Con esta serie, De Val muestra influencia directa de la literatura. Los relatos que juegan con el tiempo y con lo infinito de Borges, los cuentos de terror de Edgar Allan Poe, o las historias de Kafka que llevan al límite la pesadilla, están presentes en su objetivo. El fotógrafo opera siempre como una permutación de su manera personal de ver el mundo por otra que la cámara le impone insidiosa, dice Cortázar. Su cámara le impone imágenes simbólicas que hablan de miedo, incertidumbre, soledad y muerte.
En este proyecto Cecilia de Val introduce la figura animal para cuestionar la identidad y mostrar la dualidad hombre-animal. Utiliza el misterio para crear imágenes y recrear ámbitos que interpelen a quien los mira. En este caso, los animales que aparecen, se encuentran descontextualizados y situados en realidades que corresponden a lo humano.
Existe en la mayoría de ellas una interacción entre persona y animal, como si el animal representase el subconsciente de la persona o viceversa.
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