BRUNI, ALLEN Y PARIS

Woody Allen sigue con su periplo por Europa que tantos éxitos le de en Estados Unidos y que tan poco gusta en el viejo continente (a excepción de, la reiteradamente apreciada, Match Point). Todo parecen postales turísticas de la ciudad donde rueda y cuando uno ve el trailer de «Midnight in Paris» teme lo peor.

Pues dejen de pensarlo, Woody Allen ha ido a París, una fantasía real en forma de ciudad donde mayor éxito cosechan sus films, para recrear ese paraíso. Todo empieza como siempre, con la presentación de la ciudad en cuestión en la que hay una pareja protagonista. Él, Gil, un guionista de Hollywood con ínfulas de novelista es un enamorado de la ciudad de la luz y su pasado; ella, Inez, (y sus padres que también están allí) simplemente ve una ciudad turística, preciosa en la que hacer las compras para su futura boda y casa de Malibú. Obviamente, allí encontrarán a otra pareja snob que harán que los protagonistas se contradigan y discutan desprendiendo sarcasmo. Más de lo mismo? No.

En una de estas desavenencias, Gil decide no salir a bailar con su prometida y su amigo experto en todo e ir paseándose hasta el hotel en el que se alojan. Es en este momento donde el film da un giro y descubrimos al personaje protagonista. Un amante del pasado, de la edad de oro del siglo XX, donde el twist, el alcohol, el liberalismo y los intelectuales iban de la mano. Este descubrimiento hace que el director, el protagonista y la película decidan dejar de lado a Inez y se centre en la inspiración y obsesión de este novelista nostálgico.

Midnight in Paris no es, pues, otra comedia romántica de Allen, sino una lección de vida, un nuevo canto a vivirla como lo era Whatever works (Si la cosa funciona) pero con el ingenio propio de La rosa púrpura del Cairo. Una nueva demostración de que al octogenario director no le preocupa lo etéreo, la magia, el misterio, la inspiración, el arte, la filosofía, la nostalgia sino el presente. Un presente que puede ser frustrante, desencantador, nada idílico pero disfrutable, tanto como las calles de Paris.

Cabe destacar que todo esto se vive con mucha intensidad gracias a un Owen Wilson que transmite la perplejidad del personaje en sus caras y sus movimientos nerviosos, haciéndose suyo a Gil sin necesidad de pensar «este es el papel que haría Woody Allen«, porque realmente ese papel es de Wilson y solo de él. Un papel que borda, tanto, que el espectador se siente completamente identificado con él.

No quisiera revelar aquí el misterio que rodea la película por mucho que otros medios lo estén haciendo. En primer lugar porque no lo explica el trailer ni la sinopsis del film, por tanto respetaré la voluntad del director, pero sobre todo porque es necesario que el espectador vaya con una mirada curiosa y sin prejuicios a ver una gran joya que reluce entre los últimas decepciones de Allen y me atrevería a decir de su filmografía. Un Allen divertido, desacomplejado y joven que con Midnight in Paris vuelve a demostrar su pasión por la cultura, el cine, el pasado, el presente, el futuro y la vida en general. Sólo quiere que el espectador disfrute tanto como él de esta película como se puede disfrutar de París bajo la lluvia.

T: Joan Colás
Rocket Magazine Barcelona

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Journalist Editor in Chief and Founder of Rocket Magazine Barcelona Menswear Fashion since 2008

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