El fenómeno ha llegado. Luna Nueva está aquí y ha arrasado. En un solo día ha logrado una recaudación superior al millón de euros.
Vale, venía precedida por un best-seller y por una primera parte que acabó de ensalzar el fenómeno, por lo que resultaba fácil lograrlo. El nuevo director de la saga, Chris Weitz se ha querido alejar de su predecesora, Catherine Hardwicke, y apartarse un poco más de ese tono lúgubre que le imprimió, tan tópico de los films vampíricos.
En Luna Nueva las imágenes están llenas de luz, son claras y de una definición exquisita, los efectos especiales están cuidados al detalle y son dignos de elogio. La mutación de los hombres-lobo son realmente sorprendentes.
En cuanto el argumento, cabe destacar el sufrimiento de Bella que ve como su sueño vampírico parece alejarse sin remedio sumiéndola en una profunda depresión de la que ni Jacob la puede sacar, aunque casi lo logra. El film retrata la pena de cualquier persona que ha sufrido por amor, por el abandono del ser querido y lo hace, como no podía ser de otra manera, de manera manida y tópico pero completamente efectiva. Ya que la película va dirigida para un público que tiene muy claro lo que quiere ver. Y Chris Weitz se lo ofrece sin tapujos.
Cabe advertir para l@s fans de Edward Cullen que su presencia aquí se ve bastante reducida, aunque sigue presente a lo largo de todo el film gracias a la obsesión de Bella.
Sobre el argumento se podría decir que la película comienza con la bonita historia entre los protagonistas que se ve interrumpida en el momento en que Edward cree que podría perjudicar a su amada y decide abandonarla junto con todos los Cullen que huyen de la ciudad, no sin antes hacerle prometer a Bella que cuide de su padre. Es entonces cuando la protagonista parece no poder soportarlo hasta tal punto que su padre le recomienda que se vaya con su madre. Pero para cumplir la promesa que le hizo a Edward intenta sobrellevarlo y lo hace acercándose a un Jacob que sorprendentemente se ha vuelto un armario. Él está encantado y le declara mil veces su amor pero ella solo se siente muy a gusto pero no puede quererle. Hasta que la historia cambia y Jacob, su único flotador para superar la pérdida de Edward la deja de lado por unas extrañas circunstancias que la llevaran a conocer a los enemigos de los Cullen, los licántropos.
Eso y ciertos giros que no serán desvelados aquí, vuelve a acercar a Edward y Bella que se convierten por unos momentos en Romeo y Julieta, referente que hace explícito la película.
Chris Weitz (que dirigió ese desastre en taquilla llamado la Brújula Dorada) ha logrado con esta película superar la calidad de la primera, aunque sea ofreciendo más de lo mismo. Y no sólo eso sino que ha conseguido que una película de paso para el desenlace de la trama se convierta en un film digno de ver.
T: Joan Colás