Es algo triste ver como a muchos políticos se les llena la boca hablando del cine catalán y luego ver que las subvenciones que les dan son escasas. Pero es aún más lamentable comprobar que en una ciudad como Barcelona un film como Los Condenados (realizado por el catalán Isaki Lacuesta) sólo se estrene en dos salas para en la siguiente verse reducida a una sola.
Uno podría pensar que se trata de una película más de “esas”, gafapasta, reflexivas y lentas que no llevan a ninguna parte y que sólo entiende su director y que por tanto esta limitación a la hora de ser distribuida es lo más normal. Pero acercándose a los Cines Alexandra (única sala en Barcelona donde está en cartel) uno pede comprobar que no es así.
El director nos cuenta de manera sencilla, sin largos e innecesarios tiempos muertos, ni recreación en el paisaje una historia sobre el paso del tiempo, el peso del pasado y la memoria histórica de la que tanto hablan los políticos. El film cuenta el viaje de Martín un guerrillero sudamericano exiliado a España que regresa a su país cuando su compañero Raúl le pide que vuelva para ayudarle a buscar a un amigo suyo desaparecido, Ezequiel.
A partir de ese momento veremos unos rostros muy concretos. El de la sufrida Andrea, la esposa del desaparecido, que no puede olvidar lo sucedido y que vive en un profundo y perpetuo estado de amargura. El de Raúl, un hombre que intenta aliviar el pesar de Andrea demostrándole que es capaz de organizar todas las excavaciones que hagan falta para volverla a ver sonreír. Ambos siguen fieles a sus principios revolucionarios y educan a sus hijos y amigos para seguir defendiendo sus ideales.
Luego está el rostro de Vicky, la siempre fiel amiga que, aunque no entiende como Raúl y Andrea siguen empeñados en rastrear y volver continuamente a su pasado, permanece a su lado. El rostro del Martín es definitivamente el de una persona que aunque intenta huir del pasado no se lo puede sacar de encima, lo arrastra allá donde va y le pesa como una losa. Pero si hay un personaje, una vertiente, una faz importante en esta historia es la de Silvia, la hija de Andrea, que huye de su madre y de su empeño de buscar a su padre. La imagen de la generación actual (aunque el film se ambiente en los años 70 es completamente su discurso es trasladable a estos tiempos), que conoce la historia de su padre, de su familia y de su país y que en cambio prefiere ignorarlo todo. No quiere oír de ideales, ni de revoluciones, ni de desaparecidos, ni tan siquiera de su padre, simplemente quiere seguir adelante. Sin mirar atrás. Sabe lo que ha sucedido pero está cansada de este empeño en la lucha por la reivindicación del pasado. Mira adelante. Y así lo expone en el momento que aparece en pantalla. Un momento en el que la cámara se detiene en su rostro, en el que el director inspecciona su cara, que no es más que el rostro de un presente que se encuentra entre dos aguas y que tiene mucho por decir. Pero a la que pocas veces se la tiene en cuenta.
Todo ello, puede resultar algo tedioso para algún espectador contemporáneo pero es completamente necesario escuchar estas nuevas voces del cine español, que quieren reivindicar un lugar en la historia de la cinematografía de su país y de España en general. Un voz generacional que tiene sus propias ideas y que las expresa tal y como las siente. En este caso las expresa de manera clara y directa, con algunos planos que hablan por sí solos, como el que muestra a los jóvenes excavadores a través de la barandilla de la terraza y que les da una imagen de presos (del pasado).
Sin ser panfletario, Lacuesta realiza un film muy político sin dejar de lado la estética. Los planos de los rostros de cada uno de los personajes son explícitos en sí mismos, el tiempo está cronometrado al milímetro para no aburrir, los diálogos son sumamente estudiados, no hay nada fruto del azar, pero en cambio suenan creíbles.
Es una lástima que pese al reconocimiento de este y de otros jóvenes cineastas en los festivales de cine internacionales, ni la industria ni el Ministerio den el apoyo y la promoción suficiente para que sus films puedan ser vistos en su propio país. Es una lástima que nadie se atreva a ir más allá y reclamarlo. Es una lastima, en definitiva que la política condene al cine español de calidad. Eso sí, esta semana, con todo tipo de ayudas públicas y privadas y con una gran promoción, Spanish Movie copará las pantallas de todo el país.
T: Joan Colás