Cuando Portugal fue elegida para organizar la Eurocopa de 2004, ocho ciudades lusitanas se enfrentaron al reto de construir y remodelar diez estadios y complejos que deberían acoger a los integrantes del panorama futbolístico internacional.
Los nuevos complejos deportivos, diseñados por arquitectos portugueses, se ajustan generalmente al típico modelo de estadio con forma de anfiteatro que persiste desde la época romana; el de Braga, sin embargo, es una sorprendente excepción. La construcción diseñada por Eduardo Souto de Moura brota del paisaje para formar uno de los trabajos arquitectónicos más originales del país.
El estadio se ubica en el Parque Deportivo de Dume, en la cara norte del Monte Castro, inaugurando un espacio que está destinado a convertirse en un nuevo parque urbano provisto de diversas instalaciones deportivas y de ocio. Aunque a primera vista puede parecer una obra inacabada, el estadio es más una moderna reliquia arqueológica que se mantiene en equilibrio sobre una depresión del paisaje. El estadio, de 40 metros de altura, cuenta con 30.000 asientos distribuidos en dos tribunas paralelas de gradas superpuestas.
La cara sudoeste, que se introduce en la colina, presenta un laberinto de escaleras, ascensores y accesos que destacan sobre un fondo de piedra mientras la cara nordeste, formada por anchas aristas, sobresale en ángulo. Al otro lado del promontorio de granito, un paisaje ondulado de hierba y árboles proporciona una transición más agradable entre la estructura y el entorno. Inspirándose en los extraordinarios puentes de cuerda construidos por los incas peruanos, el arquitecto portugués unió las cubiertas mediante un entramado de cables de acero tensados que ondean con elegancia sobre las tribunas y el terreno de juego.
En su mayor creación hasta la fecha, Moura establece una llamativa y austera relación entre arquitectura y naturaleza y crea una estructura que merece ser considerada una de las más originales que se han dedicado al mundo del deporte.
T:Christian Lozano Chuard