Nos encontramos en Dubai, la nueva meca de todo lo imaginable en este mundo; todo es poco y nunca demasiado grande en este pequeño emirato surgido del desierto.
Grandes firmas de arquitectos han encontrado aquí a sus mecenas para sus obras más arriesgadas y transgresoras, como OMA/Rem Koolhaas, que presentó a concurso el Renaissance Building, y aunque no fue el proyecto ganador, se está negociando su construcción.
El proyecto nace con la voluntad de desvincularse de la corriente arquitectónica moderna: en las últimas décadas se ha virado hacía una vertiente iconoclasta y se ha perdido el objetivo para el cual nació la arquitectura: construir ciudad.
En palabras del propio Koolhaas, “Lo que necesitamos es un nuevo comienzo, un Renacer…”. Así surge Renaissance.
El edificio es una simbiosis perfecta entre arquitectura e ingeniería, diseñado y pensado a partir de la forma y su funcionalidad. La increíble presencia de las anchas fachadas contrasta con la excepcional ligereza de los costados. Es esa simplicidad rompedora de estructura y forma lo que lo hace destacar entre la ciudad que lo rodea.
Para no caer en las simples y odiosas comparaciones con la cercana Torre Burj Dubai, Renaissance opta por sustancia y presencia en vez de altura: un monolítico bloque de 300 x 200 x 21m. que aúna oficinas y centros de negocios, un hotel y apartamentos, comercios, arte y espacios urbanos. Se trata de un nuevo planteamiento urbano, una ciudad vertical estructurada en barrios relacionados por tres calles que se extienden hacia el cielo.
Renaissance aterriza en un momento decisivo para Dubai, cuando ha de elegir si se convierte en la metrópolis del futuro o sigue con el legado del pasado, un pasado de locura y exceso constructivo.
T: Christian Lozano Chuard
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