Si hay un grupo en el panorama del rock progresivo que provoque y destroce expectativas es The Mars Volta. Desde su primer disco De-Loused in the Comatorium (2003), los ex miembros de At the Drive-In han conseguido que, no sólo los amantes de su estilo, sino también los detractores, ansíen escuchar sus nuevos trabajos, bien sea para seguir amándolos o para seguir odiándolos. Lo que está claro es que la sociedad Rodríguez-López / Bixler-Zavala se mantiene, trabajo tras trabajo -y van cinco en seis años…-, en boca de todos. Hagan lo que hagan.
No obstante, el grupo parecía haber alcanzado un nuevo posicionamiento en el panorama rock después del Grammy por el tema “Wax Simulacra”.
Dejaban atrás la sombra del underground y se exponían a una escena mucho más amplia, mucho más internacional y mucho menos familiarizada con su peculiar sonido. Quizás este hecho ha determinado la naturaleza de Octahedron, su último trabajo de estudio, que Omar y Cedric anunciaban como un trabajo acústico. De acústico, en el sentido en el que esta palabra se construye en nuestras mentes, no tiene nada. Nada. Pero, ¿alguien se ha preguntado cómo se construye el término “acústico” en la mente de estos músicos?
A los genios, siempre envueltos por su halo de locura, se les perdonan las excentricidades, siempre compensadas por sus brillantes aportaciones. The Mars Volta no debería ser una excepción. Y ahí reside la grandeza de los nuevos mesías de la psicodelia latina. Octahedron es su obra menos excéntrica: no hay temas de más de nueve minutos, no hay una historia subyacente, las canciones de reparten equitativamente los ritmos y percusiones con las atmósferas intimistas; eso sí, sin alcanzar el virtuosismo y el misticismo de otros trabajos anteriores.
Posiblemente, Octahedron sea el disco más digerible de The Mars Volta, en un afán de complacer un nuevo cupo de seguidores, cuyas mentes no están preparadas para un Frances the Mute (2005), pero que pueden estarlo si consiguen amar este trabajo igual que sus antiguos fans aman –amamos- De-Loused in the Comatorium.
Lo dicho, a los genios se les perdona todo. Y más, si son tan prolíficos como Omar y Cedric. Ya lo han dicho en alguna entrevista, tienen temas para hacer otros ocho trabajos. Sólo hay que esperar otro año para seguir odiándolos. O amándolos, eso queda al gusto del lector. Dos singles ambivalentes sirven de presentación de Octahedron en Europa y América: “Since we’ve been wrong” y “Cotopaxi”. Pasen y escuchen…
T. Mónica Franco Valledor